El viernes 17 celebramos la sesión de Leer Juntos de febrero.
Empezamos leyendo el texto del escritor Gustavo Martín Garzo titulado "¿Todo está en los libros?:
“Leo
con el apetito de una muchacha que piensa que va a encontrar al Príncipe
Encantador en los libros”, escribió Isak Dinesen. La literatura nos permite
vivir con más intensidad nuestra propia vida y tener aventuras que estén a la
altura de nuestros anhelos y sueños. El lenguaje poético, según la gran
escritora danesa, debe responder al sentimiento del placer pero también del
deber. Amar algo es apropiarse de su vitalidad, como hace el cazador con las piezas
que cobra, pero también hacerse responsable de ello. Algo, en suma, muy cercano
a la experiencia amorosa. “Una entrega encantada”, así definió Ortega el amor.
Es lo que nos pasa cuando leemos un libro que nos gusta. Accedemos gracias a él
a un lugar nuevo, un lugar de hechizo que tal vez no podamos abandonar.
Buscamos como los vampiros nutrirnos de una sangre que no nos pertenece para
fortalecer con ella nuestra propia vida.
Que los libros tienen el poder de cambiarnos, es algo que me parece fuera de
toda discusión. No son obviamente todos, pero hay algunos que tienen sin duda
ese incomparable poder. ¿Todo está en los libros? De alguna forma sí, porque
los libros proceden de la vida. Edith Wharton, en su prólogo a Historias de
fantasmas, se permite dar un consejo a los jóvenes aprendices de escritores:
“Si quieres escribir una historia de fantasmas debes sentir miedo al hacerlo”.
Es lógico que les diga esto, pues sino conocieran el miedo ¿cómo podrían
transmitírselo al lector? El escritor necesita haber vivido para lograr que su
experiencia pase a sus lectores a través de la escritura, pero esto no quiere
decir que leer sea lo mismo que vivir. Los libros nos ofrecen imágenes y
palabras que tal vez ayudaron a vivir a otros hombres, y que pueden ayudarnos a
nosotros, pero no se confunden con la vida ni pueden sustituirla.
La literatura es como un gran almacén. Se guardan en él todas las emociones
humanas, nuestros sueños y nuestras preguntas, y leer es entrar en ese almacén
y tomar lo que necesitamos. El lector devuelve a la vida, a través de lectura,
lo que el escritor tomó de ella para escribir sus libros, con lo que el círculo
se cierra.
Las bibliotecas son como la cueva de Alí Babá, y la historia de la literatura
es la historia de cómo se ha ido formando ese botín inagotable y secreto. Leer
es aprender a pronunciar las palabras que abren las piedras y rescatar ese
botín del olvido.
Las palabras de la poesía tienen esa maravillosa cualidad y participan a la vez
del mundo real y el de los sueños. La poesía nos lleva a los lugares soñados
donde yacen los tesoros, pero a la vez nos permite regresar de ellos con las
bolsas repletas. ¿Para qué serviría un tesoro si no se pudiera robar? Un tesoro
no es nada sin un lugar real donde ser ofrecido o repartido. Y ese lugar real
es la vida de todos los lectores del mundo.
Después nos repartimos la lectura para el próximo mes. Se trata de "El atentado" de Yasmina Khadra, seudónimo del escritor argelino
Mohammed Moulessehoul.
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