lunes, 14 de marzo de 2022

LEER JUNTAS - SESIÓN DE MARZO

El viernes 11 de marzo celebramos sesión de Leer Juntas.

Empezamos leyendo la entrada al Facebook del día 8 de marzo, de la profesora y escritora zaragozana Patricia Esteban Erlés:

Voy a contar un par de batallitas.

Cuando llegué a la universidad a la provecta edad de veintisiete tacos, me dieron clase varias mujeres excepcionales, profesoras brillantes, especialistas en su campo de estudio, que, además, buscaban reivindicar la figura de la mujer autora, no solo musa o esposa silenciada, en muy diversas disciplinas. Podría citar a mis maestras de Medieval, Marín Pina y Lacarra, que nos traían voces casi desconocidas, como la de Florencia Pinar, poeta de cancionero, o Beatriz Bernal, escritora de un fantasioso libro de caballerías. También nos dejaron conocer, gracias a su espíritu reivindicativo, joyas desconocidas de mujeres anónimas, cartas de amor al marido que guerreaba por esos mundos, cancioncillas de siega o de despedida del amor que marchaba de su lado al amanecer.  Podría  mencionar a Ezama, tan defensora siempre de la Pardo Bazán. Algo se cocía en aquellos últimos años noventa, algo que hacía que a las aulas llegaran sorprendentes autoras de las que nunca había oído hablar. Yo apuntaba nombres como loca. Rosa Pellicer me acercó a mi amada Silvina Ocampo y María Luisa Bombal, por ejemplo, y gracias a Carmen Peña vi uno de los alucinantes cortometrajes de Maya Deren.

Recordaba entonces mis libros de texto del colegio, aquellas veces en que desde Santa Teresa de Jesús hasta Rosalía de Castro no volvía a aparecer otra fémina en  esa biblioteca universal en la que el talento parecía ser, tan solo, cosa de varones.

Algunos profesores, hombres, se reían de la orgullosa defensa del feminismo que hacían sus compañeras en la facultad. Gente con su título de doctor, sus publicaciones prestigiosas, su supuesta sensibilidad lectora y su fama de intelectuales de primer orden, se sonreían, condescendientes, pensando sin duda que sus colegas exageraban, que aquello era un ejemplo gráfico del mucho ruido y las pocas nueces. Una de esas profesoras era especialmente apasionada, entusiasta, militante. Y nunca dejó de comportarse como le pedían sus principios, su cuerpo, su alma, su mente, pese a la incomprensión de otros docentes mucho menos tolerantes y respetuosos e igualitarios de lo que cabría esperar.

No puedo estarle más agradecida desde luego, por todos los datos interesantes  que me brindó sobre mujeres a las que valía la pena rastrear, de las que valía la pena enamorarse, porque eran grandes creadoras en la sombra. Pero sobre todo le agradezco la valentía como actitud que siempre mostraba, aunque cayeran chuzos de punta y oyera risitas o comentarios sobre su ideología a todas horas.

Estos días se habla mucho de Rocío Jurado y su feminismo. Allá va la otra batallita.

A los dieciséis cuidaba de los niños de una mujer, una profesional muy brillante, con la que a veces viajaba en coche, en vacaciones. Ella era muy fan de Rocío Jurado y sufría mucho en su vida privada. La escuchamos tanto en esos trayectos que yo llegué a aprenderme varios de sus discos enteros. No puedo escuchar "Madre" sin romperme, pero mi favorita era sin duda "Señora", la canción que narra el momento en que la amante de un señor X le confiesa a la esposa de este que se ha enamorado de él. Recuerdo el atardecer camino de Huesca, ese sol anaranjado y tenue que parecía un recuerdo de sí mismo y  nos iba acompañando mientras las dos nos desgañitábamos cantándola con más pasión que acierto. Recuerdo que cuando llegaban los malos tiempos  aquella mujer podía pasar días sin comer y sin levantarse de la cama de pura pena y que me contaba sus problemas, quizás porque le avergonzaba abrirse con alguien de su edad o de su clase social. Tal vez  la Jurado me gusta tanto porque me trae a la memoria unos años de música, viajes y confidencias, pero es que, además, creo que está muy bien reivindicar a cualquier mujer que en su momento, desde el lugar que le permitiera su radio de acción, defendía un mensaje de libertad y empoderamiento. La Jurado nos enseñó que se podía cantar la copla de otra forma, que podía vestirse como quisiera sin perder el respeto de su público, que le daba tiempo además de acercarse a la canción melódica y cantar su versión del cuento, igual que hacía Julio Iglesias, empeñándose en ser el  truhán y señor oficial del reino o vengándose en diferido del abandono de su primera esposa con una canción. Me alegra que se defienda que en el ámbito popular, no solo en el de las autoras más o menos reconocidas por la academia, hubo señoras como esta, que vivían un modelo familiar distinto, en el que ella era la que trabajaba  fuera de casa. Me encantan sus estilismos transgresores, que mostraban desde una pantalla de televisión a otras muchas mujeres que podías ponerte un escote si te petaba hacerlo. Me chifla cantar sus grandes éxitos a puro grito o en silencio y escucharla a ella en la España de hace cuarenta palos atreviéndose a exponer ideas bien comprometidas sobre el placer femenino o el adulterio. La cultura popular cala en las masas como a veces no pueden hacerlo las grandes ideas que recogen los libros y los púlpitos, por una  cuestión sencilla: su accesibilidad.  Por eso creo que  si el fútbol merece la defensa de todos aquellos que encuentran en él un modelo da masculinidad aguerrida, la escenificación de una batalla honorable, la exaltación del trabajo en equipo, la inteligencia estratega y otros muchos  valores, aunque yo no acierte a verlo más que como la sucesión constante de patadas a un esférico, nosotras no debemos avergonzarnos de reconocer que artistas como la Jurado también ayudaron, desde otros foros, con otras armas, a que las cosas empezaran a cambiar.

                                                                                                                    8 de marzo de 2022

Nos repartimos el lote de libros para la próxima sesión del mes de abril del título "Habíamos ganado la guerra" de la escritora catalana Esther Tusquets. El lote, como viene siendo habitual, proviene de la Biblioteca municipal del Palau Montcad de Fraga.

A continuación empezamos la tertulia del libro leído para esta sesión "Canto jo i la muntanya balla" de la joven escritora Irene Solà.

A todas nos ha conmovido la sensibilidad con la que está escrita esta historia de tantas voces, de tantas capas, de tantas miradas de la montaña. Nos han llamado la atención frases, expresiones, conceptos, personajes, momentos que hemos comentado e interpretado con gusto. 

Para terminar la sesión, hemos leído el libro de Anthony Browne "El libro de los cerdos" muy adecuado para esta semana del día de la mujer.



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